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«A los políticos se los convence metiéndoles miedo. Si les hablas de principios humanitarios, te ignoran»

David Beasley

Nobel de la Paz y exdirector del Programa Mundial de Alimentos (ONU)

«A los políticos se los convence metiéndoles miedo. Si les hablas de principios humanitarios, te ignoran»

Joel Saget

El Programa Mundial de Alimentos es la mayor operación humanitaria del planeta. Alimenta a 150 millones de personas en 120 países. Durante seis años, David Beasley fue su director y recibió el Premio Nobel de la Paz por ello. Ahora, este americano nos alerta de las consecuencias que van a tener los recortes de occidente a las ayudas al desarrollo. Avisa: serán terribles.

Jueves, 18 de Diciembre 2025, 18:35h

Tiempo de lectura: 11 min

Es impaciente, deslenguado. El estadounidense David Beasley aterrizó en el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas en 2017. Y fue como si un extraterrestre bajase de un platillo volante. Republicano, exgobernador de Carolina del Sur, cero experiencia en organismos internacionales. «No soy un tipo de la ONU. Cuando llegué, no entendía la jerga de los burócratas, sigo sin entenderla», confiesa. El Programa Mundial de Alimentos es la mayor operación humanitaria del planeta. Alimenta a 150 millones de personas en 120 países. Acude a emergencias y conflictos armados. Y va donde nadie se atreve. El despliegue es colosal: cada día pone en movimiento 5000 camiones, 20 barcos, 80 aviones... A Beasley lo criticaron por ser poco diplomático, pero fue efectivo. Cuando llegó, durante el primer mandato de Trump, el Programa recaudaba 10 millones de dólares al día. Beasley cuadruplicó las cifras. Siguió en el puesto con Biden. Aguantó seis años, hasta 2023. Su momento de gloria fue en 2020. Beasley estaba en Níger, reunido con el presidente del país, golpeando la mesa para exigir acceso humanitario a zonas controladas por señores de la guerra.

«Mantener a un emigrante en Europa cuesta entre 50 y 100 veces más que ayudarlo en su lugar de procedencia»

ISIS y Al-Qaeda. Su teléfono, bocabajo sobre la mesa, empezó a vibrar sin parar. Uno de sus colaboradores irrumpió en la sala: «Nobel de la Paz». Hoy recorre el mundo advirtiendo, como Casandra, de lo que se avecina si no reaccionamos: hambrunas, migraciones masivas... La entrevista tiene lugar en Alemania, donde Beasley pronunció la conferencia de clausura del último Encuentro de Premios Nobel de Ciencias Económicas de Lindau.

XLSemanal. Usted ha dirigido el mayor programa humanitario del planeta. ¿Y bien?

David Beasley. El modelo está obsoleto. Fue diseñado hace 50 años, cuando todo era ayuda de emergencia o al desarrollo, como si fueran dos mundos separados. Pero ahora tienes regiones, y el Sahel es una de las peores, que van a estar jodidas durante 30 o 40 años. No son emergencias puntuales. Cada euro que gastas en comida debería servir también para crear infraestructura, para que la gente pueda valerse por sí misma. Si no, estás tirando el dinero.

XL. ¿Por qué insiste en el Sahel? Aquí, en España, casi nadie sabe dónde está.

D.B. Pues deberían saberlo, porque de ahí vienen los jóvenes que llegan en cayucos. Mali, Burkina Faso, Níger, partes de Senegal y Nigeria... Esa franja está totalmente desestabilizada: guerras civiles, ISIS, Al-Qaeda, Boko Haram. Los chavales que llegan a España huyen de eso, del yihadismo, de la violencia. Y, cuando no hay comida, estos grupos los reclutan más fácilmente. He oído decir a sus madres: «Mi hijo no quería unirse a Al-Qaeda, pero nuestra hija se moría de hambre. ¿Qué íbamos a hacer?». Si estabilizas esas zonas, reducirás la migración.

XL. Pero no cualquiera estabiliza aquel avispero…

D.B.Ya. Pero es de lo más inteligente y decisivo que puede hacer Europa por su propio futuro. Y le voy a dar un dato: mantener a un emigrante en Europa cuesta entre 50 y 100 veces más que ayudarlo en su lugar de procedencia.

XL. ¿Está diciendo que mantener a un inmigrante en España cuesta 100 veces más que ayudarlo en Mali?

D.B. Y puede que me quede corto. Mire lo que pasó en Alemania con los refugiados sirios. Un millón de refugiados en cinco años que le costaron a Alemania 125.000 millones de dólares. Si me hubieran dado herramientas para alimentar a esa gente en Siria, habría costado menos de 50 céntimos por persona al día. En Alemania estaban pagando 70 dólares al día. Haga los números: es 140 veces más barato.

Las 3 verdades de un Nobel de la Paz

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La comida como arma de guerra

"No me importa lo que pienses de Israel o Sudán. Es inaceptable"

«La humanidad ha cruzado una línea roja. Lo que ha pasado en Gaza, lo que sigue pasando en Sudán del Sur, aunque no lo veamos, es… [durante un buen rato no encuentra palabras]. Niños muriendo de hambre por guerras de adultos. No me importa lo que pienses de Israel, Hamás, Sudán o quien sea: usar el hambre contra la población civil es inaceptable. Punto. Todos deberíamos estar avergonzados. Pero los líderes mundiales entierran la cabeza en la arena».

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XL. Pero la gente huía de Al-Assad, de las bombas, no solo del hambre.

D.B. Claro. Pero antes de que un sirio cruzara la frontera se movía dentro del país. Iban donde un tío, un hermano, una hermana, un amigo. Casi nadie quiere abandonar su país. Pero si no puedes alimentar a tus hijos, no hay padre en el mundo que no haga lo que sea necesario. El hambre es el detonante. Si hubiéramos podido mantener la comida fluyendo, muchos habrían aguantado dentro de Siria buscando zonas más seguras.

XL. Pero en todo Occidente se está recortando la ayuda al desarrollo.

D.B. Sí, y es una estupidez monumental. Creen que ahorran dinero recortando esa partida presupuestaria. Pero lo que no entienden es que en cinco años van a tener 20 partidas que se disparan: costes de acogida, seguridad, policía, tensión social, auge de la extrema derecha. Es pensar a corto plazo. Los políticos solo miran hasta las próximas elecciones.

«Europeos, lo que visteis en Siria os va a parecer un paseo dominical comparado con lo que se os viene encima si no actuáis en el Sahel»

XL. ¿Y cómo se los convence?

D.B. Metiéndoles miedo. Una vez, en una entrevista para la televisión francesa, la periodista me preguntó: «Señor Beasley, ¿está intentando asustar a los europeos?». Y le dije: «Sí, joder, sí. Porque lo que visteis con Siria va a parecer un paseo dominical comparado con lo que se os viene encima si no actuáis en el Sahel». A los políticos hay que hablarles en su idioma: votos, costes, estabilidad. Si les hablas de principios humanitarios, te ignoran. Si les hablas de millones de euros y de pateras, te escuchan.

XL. Hay quien dirá que España sola no puede arreglar África.

D.B. Claro que no. Pero España tiene que ser estratégica y concentrarse en lo que le afecta directamente: el Sahel. Francia, lo mismo. Los países donantes tienen que coordinarse en serio, no hacer cada uno su programita. Porque ahora mismo es eso: Alemania pone un proyecto aquí, Canadá otro allí, Francia otro por allá... No hablan entre ellos, no escalan. África necesita un plan de la envergadura del Plan Marshall, cuando Estados Unidos ayudó a reconstruir la Europa de posguerra, pero global.

La zona gris de la ayuda humanitaria

David Beasley revolucionó el Programa Mundial de Alimentos de la ONU con su estilo agresivo y sus viajes incansables. Visitó todos los infiernos del planeta: el Yemen («camino directo a la mayor hambruna de la historia moderna»), Siria (donde negoció con todas las facciones en guerra), La Habana afectada por el huracán Irma (en la foto), Sudán del Sur, el Sahel… Sentó a comer... Leer más

XL. ¿Cómo es posible que el Programa Mundial de Alimentos se meta en zonas donde nadie se mete?

D.B. Si yo te doy de comer todos los días durante dos años, procuro enterarme de lo que te pasa. Sé todo: dónde hay tráfico de personas, dónde hay mafias, qué redes funcionan. Porque estamos ahí, sobre el terreno, hablando con la gente todos los días.

XL. Pero lo que estamos viendo ahora es un repliegue en toda regla.

D.B. Y es gravísimo. Donde América o Europa se echan atrás, China entra e intenta sacar ventaja.

XL. En Ucrania, al principio de la guerra, usted negoció con Putin para abrir el corredor del mar Negro. ¿Cómo se convence a Putin de algo?

D.B. Nadie estaba pensando en las consecuencias globales del bloqueo. Todo el mundo miraba a Ucrania, obviamente, pero nadie pensaba en que docenas de países africanos y de Oriente Medio dependen completamente del grano ucraniano y ruso. Sin eso iban a colapsar. Hambrunas masivas. Así que fui a Odesa, hice ruido en las redes, interpelé directamente a Putin en televisión. Y los líderes africanos empezaron a llamarlo: «Necesitamos ese grano».

XL. Y Putin aceptó…

D.B. Sí, porque no quería ser visto como el responsable de una hambruna mundial. No le ataqué diciendo «estás condenando al mundo». Dije: «Por favor, no traigas hambre». Si apelas a que no sea visto como el villano, te escucha. Y funcionó. No duró para siempre, pero calmó el mercado durante meses críticos.

XL. También dijo usted algo polémico: que Europa necesitaba los fertilizantes rusos, aunque odiara a Rusia.

D.B. Y lo mantengo. Rusia produce el 40 por ciento del producto base para fertilizantes a nivel mundial. La mitad de los 8000 millones de personas en el planeta comen gracias a los fertilizantes. Así que les dije a los europeos: podéis odiar a Putin todo lo que queráis, pero necesitáis esos fertilizantes hasta que tengáis alternativas. Y montar plantas de fertilizantes cuesta miles de millones y lleva años. Así que o sois pragmáticos o provocáis una crisis alimentaria.

XL. Usted es republicano, pero ha criticado a su propio partido.

D.B. No solo a mi partido. También al Demócrata. Estoy decepcionado con los dos. Ambos alimentan el extremismo y la división. Y eso no es bueno para nadie. Hay que volver a encontrar puntos de entendimiento.

XL. Las redes sociales no ayudan.

D.B. Las redes sociales fomentan el extremismo con esteroides. Antes, yo tenía enemigos políticos feroces en el Congreso. Nos peleábamos en el pleno. Pero luego nos íbamos a cenar juntos. Eso ahora es imposible.

XL. La desigualdad sigue creciendo.

D.B. Sí, y ahí está el otro gran problema. Durante la pandemia hice los números: el patrimonio neto de los multimillonarios del mundo aumentaba 5200 millones de dólares al día. Así que tuiteé: «Elon, Jeff, Mark... solo necesito el aumento de un día. ¿Es mucho pedir?». Se volvió viral. Bezos acabó dando 100 millones. Solo quería que entraran en el juego, que ayudaran. Porque la gente con recursos tiene que asumir responsabilidad sobre la pobreza en sus ciudades, en sus países. No basta con poner un parque con tu nombre. Contrata más gente, paga mejores salarios. Esa es la responsabilidad social real.

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