Viernes, 04 de Julio 2025, 09:54h
Tiempo de lectura: 3 min
Y llegamos así al fin, señoras y señores, a la revolución que, con la francesa de 1789, más influyó en la historia de la Humanidad, haciendo que el mundo conocido fuera distinto para siempre. Al principio de la Gran Guerra (agosto de 1914), los rusos habían sido machacados por los alemanes en la batalla de Tannenberg y eso había dejado muy mal rollo, poniendo de manifiesto la miseria, desorganización y desastre que para el sufrido pueblo de allí suponía el régimen de los zares. La cosa venía caliente de antes, y la revolución acabó estallando en febrero de 1917 (los Cinco Días de San Petersburgo) primero con huelgas y saqueos espontáneos de panaderías, y los soldados enviados para reprimirlos confraternizando con los revoltosos. El desparrame se le fue al torpe zar Nicolás II de las manos, hasta el punto de que tras aquellas jornadas revolucionarias tuvo que abdicar. Dos poderes se vieron entonces enfrentados: la Duma (el Parlamento, convertido en gobierno provisional de tinte moderado, burgués o liberal) y el Soviet, mucho más radical (constituido por obreros y soldados de las diversas tendencias revolucionarias). Con cálculo e inteligencia, los soviéticos utilizaron en su favor los problemas nacionales: los muertos en la guerra, los soldados desertores contra los oficiales, los obreros contra los patronos, los campesinos pobres contra los ricos, los cristianos armenios contra los musulmanes... Y al final se alzaron con el santo y la peana, consiguiendo, para empezar, que Rusia firmase la paz con Alemania y se dedicara a sus propios asuntos. En esto, para hacerse cargo de la situación, llegó Vladimir Ilich Lenin (uno de esos personajes que como Alejandro, Mahoma, Napoleón o Hitler, para bien o para mal, cambiaron la Historia). Lenin era el líder comunista que había movido los hilos desde el exilio en Suiza. Todo el poder para los soviets, la tierra a los campesinos, control obrero sobre las fábricas y producción, había escrito; y se cumplió a rajatabla, porque los bolcheviques (minoría de marxistas radicales) consiguieron imponerse en todas las asambleas de Moscú y San Petersburgo mientras los mencheviques (mayoría de liberales y moderados) perdían fuelle. Gracias a la decisión y la audacia de Lenin y los suyos, en sólo nueve meses aquello pasó de ser una monarquía imperial a verse dominada por los comunistas mediante un golpe maestro: a diferencia del movimiento espontáneo de febrero, la revolución del 25 de octubre, minuciosamente preparada, lanzó a miles de bolcheviques (León Trotsky, luego enemigo de Lenin, fue el cerebro táctico-militar del asunto) sobre los lugares clave de Moscú y San Petersburgo, haciéndose con el control antes de que un golpe de estado de derechas, que estaba siendo preparado por el general Kornilov, pudiera materializarse (vean Octubre, la película de Eisenstein, muy propagandística pero que vale la pena). El resto de Rusia fue siendo doblegado poco a poco, y las primeras grandes medidas dejaron muy claro por dónde iban los tiros: igualdad cívica entre hombres y mujeres, separación de Estado e Iglesia (encaminada pronto a la abolición de ésta), etcétera. Unas elecciones a finales de año todavía dieron mayoría parlamentaria a los socialistas no comunistas; pero Lenin, que no se cortaba ni al afeitarse, despachó el asunto por las bravas, disolviendo la Duma por la fuerza. Sin embargo, la cosa no estaba del todo resuelta, pues hubo que hacer frente tanto al rechazo de los pueblos no rusos como al de millones de campesinos que se oponían a las requisas y las levas del ejército rojo. También los partidarios del zar y la Rusia imperial (los llamados rusos blancos) se alzaron en armas en una larga guerra civil, sostenidos por los aliados occidentales, que acojonados por el triunfo comunista enviaron tropas expedicionarias (permítanme recomendarles también la novela Doctor Zhivago). A todo eso reaccionó Lenin con drásticas medidas: supresión de partidos no bolcheviques, incautación de medios de producción, reorganización del ejército (de 800.000 soldados a cinco millones y medio), ejecución por la cara de toda la familia imperial (Nicolás II, esposa e hijos) y creación de la Cheka: una despiadada policía política especializada en detenciones, ejecuciones y deportaciones a Siberia. De ese modo aplastó Lenin la disidencia y ganó la guerra civil. En 1922 se proclamó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), dos años después moría Lenin, y la desaparición de éste iba a acabar abriendo una sucia y dura lucha interna por el poder comunista, que ganaría un peligroso individuo, exseminarista, gángster, asesino y revolucionario, llamado José Stalin (un hijo de la grandísima puta con balcones a la calle). Pero de Stalin y su Unión Soviética, que fueron tela marinera, hablaremos más tarde, cuando toque.
[Continuará].
-
1 La trágica obsesión sexual de Hitler: su sobrina de 17 años. «Mi tío es un monstruo»
-
2 Oliver Sacks: la tortuosa vida del neurólogo que revolucionó la salud mental y nos despertó
-
3 Marlon Brando, un actor llamado deseo
-
4 Pódcast | Celos: con el calor se enciende la mecha
-
5 Alimentos de verano para unas arterias sanas y limpias
-
1 La trágica obsesión sexual de Hitler: su sobrina de 17 años. «Mi tío es un monstruo»
-
2 Oliver Sacks: la tortuosa vida del neurólogo que revolucionó la salud mental y nos despertó
-
3 Marlon Brando, un actor llamado deseo
-
4 Pódcast | Celos: con el calor se enciende la mecha
-
5 Alimentos de verano para unas arterias sanas y limpias