Viernes, 04 de Julio 2025, 09:52h
Tiempo de lectura: 3 min
Hay películas que llegan como invitados no deseados a una cena: interrumpen la cuidadosa danza de las charlas banales sobre el tiempo, exponen las líneas de falla debajo de nuestros convencionalismos y nos dejan mirando verdades que preferiríamos no reconocer. Conversaciones sobre el odio, de Vera Fogwill y Diego Martínez, con guion de la primera, es precisamente una de esas películas, una obra que excava la compleja arqueología de la amistad femenina con la precisión de un cirujano y la ferocidad de una manada de lobas.
La película medita sobre cómo las mujeres se apoyan y se sabotean mutuamente
En la asfixiante intimidad de un apartamento lleno de gatos, basura y desesperación, Fogwill construye una pieza de cámara que es a la vez claustrofóbica y expansiva, al igual que las relaciones que disecciona. La película se centra en la dinámica volátil entre dos mujeres, una actriz, la otra su agente, cuyo enredo profesional se convierte en un ajuste de cuentas profundamente personal con el poder, la dependencia y las peculiares crueldades que reservamos para los más cercanos a nosotros, todo ello aderezado con toques muy bien observados del ambiente cinematográfico argentino/español que la autora conoce a la perfección.
Lo que más me llama la atención del enfoque de Fogwill es su negativa a romantizar la solidaridad femenina. Nos presenta a mujeres que se aman y se laceran entre sí en igual medida. La relación agente-actriz se convierte en un microcosmos de cómo las mujeres navegan por el poder cuando las estructuras tradicionales de la autoridad patriarcal crean jerarquías artificiales entre ellas.
La agente encarna a ese tipo particular de mujer que entiende la maquinaria del deseo y la ambición, sabe cómo manipular las palancas de una industria construida sobre la mercantilización de los sueños. Sin embargo, debajo de su competencia profesional de otro tiempo y su actual y morosa decadencia se adivina una mujer cuyas propias aspiraciones frustradas sangran en sus relaciones, creando una dinámica en la que el trabajo y la explotación se vuelven indistinguibles.
Su actriz, mientras tanto, representa la vulnerabilidad que viene con exponerse para ganarse la vida. Hay algo poderoso y devastador en ver a alguien cuya profesión requiere que esté perpetuamente disponible para el consumo, cuya identidad misma se convierte en moneda negociable en manos de otros. La dependencia de la actriz de su agente se extiende más allá de lo profesional hacia lo psicológico, creando un vínculo que es simultáneamente maternal y parasitario.
Fogwill entiende que las traiciones más profundas a menudo ocurren entre mujeres que deberían ser aliadas. La película explora cómo la toxicidad inherente de la industria del entretenimiento se filtra en las relaciones personales, envenenando el pozo de la amistad femenina con la competencia, la envidia y la necesidad desesperada de validación. Las conversaciones sobre el odio que le dan a la película su título son realmente conversaciones sobre el amor; específicamente, sobre cómo el amor puede convertirse en un arma cuando se filtra a través de sistemas diseñados para enfrentar a las mujeres entre sí.
Lo que hace que Conversaciones sobre el odio sea particularmente resonante es su comprensión de que la amistad femenina, en su forma más honesta, contiene multitudes. Estas mujeres no son santas ni villanas, sino seres humanos plenamente realizados capaces de extraordinaria ternura y crueldad calculada, a veces dentro de la misma conversación.
Al final, Conversaciones sobre el odio es una meditación sobre las formas en que las mujeres se apoyan y se sabotean mutuamente, a menudo simultáneamente, y cómo la marca particular de explotación de la industria del entretenimiento puede envenenar la existencia. En esta salvaje honestidad, Fogwill ha creado algo raro: una película que confía en su audiencia para manejar todo el peso de la contradicción humana. Está en Filmin. No se la pierdan.
-
1 La trágica obsesión sexual de Hitler: su sobrina de 17 años. «Mi tío es un monstruo»
-
2 Oliver Sacks: la tortuosa vida del neurólogo que revolucionó la salud mental y nos despertó
-
3 Marlon Brando, un actor llamado deseo
-
4 Alimentos de verano para unas arterias sanas y limpias
-
5 Pódcast | Celos: con el calor se enciende la mecha
-
1 La trágica obsesión sexual de Hitler: su sobrina de 17 años. «Mi tío es un monstruo»
-
2 Oliver Sacks: la tortuosa vida del neurólogo que revolucionó la salud mental y nos despertó
-
3 Marlon Brando, un actor llamado deseo
-
4 Alimentos de verano para unas arterias sanas y limpias
-
5 Pódcast | Celos: con el calor se enciende la mecha