No extraña, por ello, que en sus conciertos no haya sitio ni para dejar caer un alfiler. Madrid vivió uno en octubre, su bautismo en España en plan apoteósico. Visto el éxito, Óscar Armando Díaz de León ('Carín' viene de 'Oscarín') regresa en julio a Las Palmas, Valencia, Sevilla y Madrid para presentar dos discos de una tacada: Boca chueca vol. 1 y Palabra de to's, lanzados en un intervalo de seis meses en 2024. Antes, nos habla de sus orígenes, del amor y la violencia, de prejuicio y masculinidad o de la influencia capital del madrileño C. Tangana en su carrera.
XLSemanal. ¿Cuáles son sus aspiraciones y valores?
Carín León. Ser sincero y estar orgulloso de lo que hago. No pensar si voy a encajar ni a gustar. De hecho, me gusta incomodar, salirme de la norma.
XL. Le canta al amor. ¿A eso lo llama salirse de la norma?
C.L. Salirse de la norma es buscar formas nuevas o más personales de hacer las cosas. Y eso es lo que hago en mi género, que es el regional mexicano.
XL. ¿Ha vivido tantas historias de amor como canta?
C.L. Imagínate [se ríe], ¡tengo más de cien canciones! Son cosas que he vivido y que han vivido otros, heridas mías y otras que me cuentan. Quiero emocionar a los demás y para ello no hay nada como el amor.
XL. ¿Le interesa más la emoción que la pericia técnica?
C.L. Claro, valoramos el arte por lo que nos hace sentir. Y hacer llorar o poner la piel de gallina no se aprende en una escuela de arte. Es un don; lo tienes o no. Cada canción es un vómito que debo soltar, aunque incomode a alguien, porque las ideas que son tabú suelen ser las más auténticas y reales.
«Que un mexicano triunfe en Estados Unidos es una pequeña venganza. Esas familias separadas a la fuerza son mi público»
XL. ¿A qué ideas se refiere?
C.L. Es que me acaba de pasar una cosa con De compas, una canción que se hizo el chisme de que se la dedicaba a un hombre.
XL. La letra dice: «Y aunque los amigos deban respetarse también se me antoja hacerte de todo, aunque frente a todos seamos otra cosa». ¿No habla, entonces, de otro hombre?
C.L. No, no. 'De compas' es una expresión muy masculina en México, pero en Hermosillo, mi ciudad (capital de Sonora), bien que le puedes decir a una mujer: «¿Y si tenemos algo de compas?», que es tener algo, pero sin compromiso.
XL. 'Follamigos' se dice aquí...
C.L. Algo así, pero menos vulgar [se ríe]. Pues salió esa canción y hubo gente que se me echó encima; brotó esa sensibilidad tan machista de mi país.
XL. Que lo acusen de cantar al amor homosexual ¿le molesta, le alegra o ni frío ni calor?
C.L. Me tiene sin cuidado lo que digan, pero me alegra, en estos tiempos de tanto odio e intolerancia, dar un himno al colectivo y romper paradigmas. A fin de cuentas, hace tiempo que lidio con gente que te cuestiona por tu sensibilidad. Me tomo esa crítica con humor, porque la masculinidad es cosa de cada uno y no me afecta que me llamen cosas por ese lado.
XL. ¿Nunca le salen letras de temática social o política?
C.L. Jamás intentaré convencer a nadie con una canción, pero, si lo siento en el momento, algo me puede salir. Soy muy fan del punk, que iba contra todo, pero al escribir dejo brotar lo que me sale de dentro. Y sale lo que sale.
XL. ¿En México es elevado el riesgo de cantar sobre el narcotráfico o la corrupción?
C.L. Bueno, puede ser, pero me preocupan más la censura, el mal rollo y la hipersensibilidad que se va extendiendo por el mundo hacia todas las expresiones artísticas. Trato de mantener mi música real, auténtica, pero no hago corridos tumbados, que hablan más de esas cosas. Me gustan, pero la música y el arte deben estar fuera de la política o de la división. La política separa a las personas; la música las une.
XL. Sonora, fronterizo con Estados Unidos, es un estado con presencia del narco. ¿Se siente en la vida cotidiana?
C.L. No tanto en Hermosillo. Aparte de una cultura muy rica e inexplorada, gozamos de cierta tranquilidad. Hay otros lugares donde es más fuerte todo eso.
XL. Pero la tasa de asesinatos y secuestros en Sonora es de las más altas de México…
C.L. No digo que no haya violencia, la situación es muy fuerte, pero vives tu día a día. Yo he tenido una vida pacífica en Hermosillo y en otros estados con problemas, como Sinaloa, nunca he visto nada y he paseado por todas partes. La violencia marca las noticias, es normal, pero no es que haya muertos a todas horas y en todas partes. No niego el problema, pero hay mucho amarillismo, se sataniza demasiado.
XL. Sonora también es zona de paso de migrantes...
C.L. Y de origen. Muchos amigos se fueron a por el sueño de forma legal e ilegal.
XL. Desde que llegó Trump, ¿cómo está el ambiente?
C.L. Mal. Lo de Trump es un gran golpe. Pienso en esas personas que tienen una estabilidad, están con su familia y, de repente, los separan a la fuerza. Son parte de mi público, los apoyo, y todo lo que hago también es para ellos.
XL. ¿Va decayendo la idea de irse a Estados Unidos?
C.L. Sí, ese rollo del sueño americano ha perdido mucho peso con Trump. Pero hay que recordar que los latinos tenemos mucho poder en Estados Unidos y que la cultura es nuestra mejor arma, porque la música latina es muy popular. De hecho, mis primeros shows en solitario fueron allí.
XL. ¿Triunfar en Estados Unidos es una especie de venganza para un mexicano?
C.L. Venganza es mucho decir, pero un poquito sí [sonríe]. Con la música, siento que rompo la brecha racial que nos separa.
«Lidio con gente que te critica por mostrar sensibilidad. Pero no me afecta. La masculinidad es cosa de cada uno»
XL. A diferencia de tantos artistas latinos que acaban en Miami o Los Ángeles, vive en su ciudad natal. ¿Se plantea seguir ese camino?
C.L. No. El éxito me agarró ya mayorcito y con las cosas claras. Todos mis músicos son de Sonora y siempre grabo allí. Ansiamos el sueño que nos vende la industria e ignoramos lo que nos distingue de los demás: nuestra comunidad. Eso te hace único, diferente. No puedes disfrutar del mundo si no partes de tu raíz.
XL. Aun así, lo critican mucho en México por mezclar esa raíz con influencias externas.
C.L. Sí, me sobran los haters [se ríe], pero está bien porque es una señal de que voy por mi camino. He desarrollado una coraza. No vivo comprobando el libro de instrucciones para no cagarla o decir algo que ofenda. A quienes más admiro les valió madre el manual y la rompieron.
XL. Me hace pensar en Chavela Vargas, Juan Gabriel o Paquita la del Barrio, que falleció en febrero...
C.L. Sí, fueron de los que les valió madre el manual. Y lo de Paquita, qué triste, sí, pero vivió como quiso. Cantaba en el barrio toda la noche, se tomaba unas caguamas contigo y luego le dedicaba Rata de dos patas al presidente Carlos Salinas. La crítica social y política en México suele ser sutil, tirándola por encima, con doble sentido. Nos gusta jugar con las palabras, contar más con menos.
XL. Lo critican hasta por cómo lleva el sombrero. ¿Cuál es el problema?
C.L. Es que no soy el clásico ejemplar que vive en un rancho, le gustan las armas y va en plan macho con el sombrero bien puesto. Yo soy un cabrón de ciudad que también escuchó rock, soul, country, ritmos urbanos y latinos... Y nunca lo escondí. Al principio de mi carrera, de hecho, no aguantaba ni cinco minutos con el sombrero. Al final, me acostumbré, pero decidí no ponérmelo como mandan los cánones.
XL. ¿Cómo es eso?
C.L. Recto, de frente. Cuando empecé a ser popular, se metieron conmigo: «El del sombrero chueco» ('ladeado'), me decían. Y si no tenía intención de quitármelo, ahí ya mucho menos [se ríe]. También me llamaban «boca chueca» por torcerla hacia la izquierda al cantar. Por eso le puse Boca chueca al disco, con el diablo tirándome del labio en la portada, porque, si me critican, más la tuerzo.
XL. ¿Cuál ha sido el mayor obstáculo que ha superado?
C.L. La vergüenza. Yo era muy tímido, no movía un pie en escena, porque en mi género no sé ve bien que te muevas mucho. Bueno, eso y que siempre fui un poco rígido para el baile [se ríe].
XL. ¿Contrató un psicólogo, dio clases de danza...?
C.L. No, no, simplemente un día me solté. No recuerdo por qué, pero estaba feliz, alegre; cantaba La boda del huitlacoche y empecé a bailar, el público enloqueció y todo lo que me preocupaba desapareció. El vídeo se hizo viral y eso detonó mi carrera. Ahora bailar es algo que también me distingue dentro del género.
XL. ¿Lo ayudó a abrirse también en otros aspectos?
C.L. Totalmente, porque perder la vergüenza te cambia la vida. Dejas de ponerte barreras y de temer al qué dirán, abres tu mente... A mí me amplió el espectro creativo para buscar un estilo más fresco y moderno, aunque disguste a los puristas. Yo parto del folclor, mis raíces, pero ampliando horizontes.
XL. ¿En esa apertura del «espectro creativo», ¿tuvo alguna influencia Cambia!, su canción con C. Tangana en el disco El madrileño?
C.L. Fue un punto de inflexión. Pucho me enseñó una gran lección: «No se trata de cumplir las expectativas del público, sino las tuyas». Me incentivó a explorar, a ser más sincero conmigo y me conectó con gente que ni imaginaba. Es un sueño haber cantado con Alejandro Sanz, Pablo Alborán, Manuel Carrasco, Maluma, Carlos Vives... Y me surgen cosas alucinantes, como un proyecto ahora que cruza flamenco con regional mexicano de la mano de Niña Pastori, El Cigala y otros a los que admiro.
XL. ¿Qué une el flamenco con el regional mexicano?
C.L. La idiosincrasia; ellos comparten de un modo similar al nuestro, de ponerse todos a cantar. Ambos géneros, además, sufren a los puristas. Pero hoy se han abierto y hay artistas que acercan estas músicas a gente que nunca se habría acercado.
XL. Cuando empezó, ¿soñaba con un éxito como este?
C.L. De adolescente aspiraba a llenar algún día un club con, máximo, 5000 personas, que es el top en el regional mexicano, pero hoy toco en estadios ante 80.000... Es increíble.
XL. ¿Cuándo escribió su primera canción?
C.L. En la preparatoria (bachillerato). Yo era muy distraído y solo me interesaba participar en cosas musicales. Me hice unos amigos que tocaban regional mexicano y me enamoré del género. Uno compuso una canción y al otro día llegué yo con otra, presumiendo, pero no tengo registro ni me acuerdo de cómo es.
XL. ¿Fue la suya una infancia muy musical?
C.L. Crecí en un hogar muy musical, cantaba desde niño... Nunca, eso sí, había tocado la guitarra. Empecé a los 16. Yo era la segunda voz y nos contrataron para una boda; un guitarrista nos dejó, teníamos ya el anticipo y tuve que aprender en 20 días.
XL. En octubre dio su primer concierto en España. Y ahora regresa. ¿Le supo a poco?
C.L. Sí, yo necesito más y los fans también. Nunca imaginé que pisaría este país gracias a mi música, pero tras la pandemia España está más abierta que nunca a América Latina. Serán 30 músicos conmigo y le daremos al regional, pero con toques de salsa, funk, rock, blues... Será un concierto muy dinámico