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«Esta guerra la va a ganar China»

Joseph Stiglitz

El premio Nobel del Economía, sobre la deriva de Trump

«Esta guerra la va a ganar China»

Es un firme defensor del capitalismo progresista y en su último libro se muestra muy crítico con el neoliberalismo. Pero lo que más preocupa a este premio Nobel es la deriva de Estados Unidos bajo el mandato de Trump, un «aspirante a dictador» que siembra incertidumbre, lo mismo con tarifas que con bombardeos. Estados Unidos, cree, será el primer perjudicado, pero que China gane tampoco es una buena noticia...

Viernes, 04 de Julio 2025, 09:44h

Tiempo de lectura: 11 min

La presentación de Joseph Stigliz siempre empieza por el Premio Nobel de Economía que ganó en 2001, pero su carrera profesional es, a sus 82 años, mucho más larga y profusamente premiada. Fue economista jefe del Banco Mundial y asesor de la Casa Blanca con Bill Clinton; como profesor ha ejercido en Yale, Princeton, Stanford, MIT y Columbia; y forma parte de numerosas juntas directivas y consejos asesores dentro y fuera de Estados Unidos.

Y es que Stiglitz ayudó a crear una nueva rama de la economía, la economía de la información, que explora las consecuencias de las asimetrías de la información y formula conceptos como el del 'riesgo moral', que son hoy herramientas tanto de los teóricos como de los analistas políticos. En los últimos quince años ha escrito libros muy populares, para ser de economía, traducidos a 35 idiomas. Ahora ha publicado Camino de libertad, un duro alegato contra la idea de libertad de los fundadores del neoliberalismo que ha llevado, dice, al actual autoritarismo porque «los mercados sin restricciones no son libres, sino que acaban en monopolios». Una obra donde defiende el legado de la Ilustración, «que dotó a los humanos de herramientas para buscar la verdad y proveer a la sociedad de certezas».

«Los chinos quieren ser el socio comercial fiable por excelencia. Algunos lo llaman el 'G menos uno', en la línea del G7 o el G20: un mundo en el que Estados Unidos ya no es un actor importante»

Es comprensible que a Stiglitz Donald Trump le parezca una tremenda amenaza para la democracia –un «aspirante a dictador»– y para la economía mundial porque «no puede haber economía sin certezas», dice, y Trump es un formidable creador de incertidumbre. 

XLSemanal. Donald Trump está yendo a la confrontación total en política aduanera. En particular, con China.

Joseph Stiglitz. Sí, China es el único país que no ha presionado para llegar a un acuerdo con Trump. El emperador de Washington exige la sumisión de todo el mundo, pero China no está dispuesta a hacerlo.

XL. ¿Por qué no?

J.S. En su primer mandato, Trump firmó un acuerdo comercial con México y Canadá que ahora ha roto totalmente. ¿Por qué firmar un acuerdo con alguien así? No se puede confiar en Trump.

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(Des)encuentros. Trump y el presidente chino, Xi Jinping, mantuvieron un cordial encuentro en 2019 y el presidente chino lo llamó para felicitarlo por su segunda victoria. Según el americano, tuvieron otra conversación «muy positiva» en junio, tras rebajar los aranceles. China no se ha pronunciado, salvo para condenar el ataque a Irán.

XL. ¿Cómo de cerca están Estados Unidos y el mundo de una recesión?

J.S. Muchos observadores afirman que ya estamos en recesión o, al menos, en desaceleración económica. La confianza de los consumidores y las empresas es baja, al igual que la inversión. Es obvio que las exportaciones sufrirán las represalias arancelarias recíprocas. Sin embargo, los datos son difíciles de interpretar por lo turbulento de la situación. 

XL. Trump afirma que los aranceles traerán de vuelta los empleos industriales a Estados Unidos. Algunos ven su política económica como una vuelta al mercantilismo, la intención de importar lo menos posible del extranjero. ¿Es eso cierto?

J.S. En el mercantilismo del siglo XVI, el éxito de un país se medía por cuánto exportaba en comparación con sus importaciones. Es cierto que Trump quiere eliminar este desequilibrio en el comercio, pero vivimos en una economía del siglo XXI. A diferencia de en los siglos pasados, hoy no solo se exportan bienes, sino también servicios. Incluso si se adapta el mercantilismo al siglo XXI, Trump es un mal mercantilista: ha perjudicado gravemente a industrias de servicios como el turismo, la educación y la sanidad.

XL. Con el llamado 'Acuerdo de Mar-a-Lago', el Gobierno persigue la idea de debilitar el dólar y reestructurar las gigantescas deudas estadounidenses. ¿Qué significaría esto para Estados Unidos?

J.S. Esto demuestra lo incoherentes que son las propuestas. Trump dice que un dólar más débil sería bueno para las exportaciones, pero al mismo tiempo quiere que el dólar siga siendo la moneda de reserva mundial. Pero una moneda de reserva favorece un dólar más fuerte. Existe una contradicción fundamental. Trump quiere resolverla persuadiendo a otros países que poseen bonos del Gobierno estadounidense para que conviertan estos bonos en Century Bonds, bonos con un plazo de cien años. Sin intereses.

¿El fin del progreso?

«Con el regreso de Donald Trump tal vez deberíamos llamar a la era actual el ‘fin del progreso’», afirmaba Stiglitz cuando el nuevo presidente tomó posesión. El economista es consciente de que podía compararse su vaticinio con el desafortunado —y equivocado— ‘final de la historia’ anunciado por Francis Fukuyama cuando cayó la URSS. Pero, admitiendo los interrogantes, estos son sus argumentos.

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XL. Eso sería una pesadilla para los inversores que esperan una rentabilidad.

J.S. Por eso, Trump amenaza: si no cooperáis, perderéis nuestras garantías de seguridad y habrá más aranceles. Pero el mayor tenedor individual de bonos del Gobierno estadounidense es el Estado chino. Las estimaciones actuales sugieren que China posee bonos por valor de 700.000 millones de dólares. Estuve en China y la gente con la que hablé allí me dijo abiertamente que lo que Trump está exigiendo es que acepten un impago. Eso significaría el fin del dólar estadounidense como moneda de reserva y provocaría turbulencias en los mercados financieros mundiales. Los chinos tienen razón. Entienden los mercados financieros mundiales mejor que Trump.

«Los mercados no regulados han generado una enorme desigualdad. Y las redes sociales permiten a la gente ver esa injusticia. Eso crea un terreno fértil para los demagogos»

XL. En su nuevo libro, Camino de libertad, explica que el neoliberalismo ha conducido al auge del populismo en Estados Unidos y, en última instancia, a Trump... 

J.S. El neoliberalismo era una vuelta al liberalismo del siglo XIX, pero los mercados libres de los siglos XX y XXI son mucho más peligrosos. Han creado enormes concentraciones de poder de mercado. Podemos verlo en los gigantes tecnológicos, en la riqueza de Elon Musk y Mark Zuckerberg. Siempre que hay tal concentración de poder económico inevitablemente se convierte en poder político. Tenemos una enorme desigualdad de ingresos como resultado de los mercados no regulados. Al mismo tiempo hay nuevos medios de comunicación, las redes sociales, que permiten a la gente ver exactamente cómo viven otras personas. Ven cómo se explota el poder del mercado. Así que existe una verdadera sensación de injusticia. Eso crea un terreno fértil para los demagogos. Estados Unidos tuvo la mala suerte de que el demagogo que subió al escenario fuera Donald Trump.

XL. En las décadas de 1990 y 2000 se produjo una desindustrialización masiva en Estados Unidos. ¿Culpa también de ello al neoliberalismo?

J.S. Un principio importante del neoliberalismo es el libre comercio, que contribuyó a la rápida desindustrialización. Cuando era presidente del Consejo de Asesores Económicos de Bill Clinton, señalé que esto conduciría a una mayor desigualdad. Aconsejé que teníamos que invertir mucho en la reconversión profesional de las personas para que encontraran nuevos empleos cuando se eliminaran los antiguos puestos de trabajo. Los republicanos se opusieron, y los demócratas moderados argumentaron que el libre comercio haría crecer la economía y que los beneficios se trasladarían místicamente a todo el mundo. A mí no me convenció, y no fue así. Nosotros mismos provocamos la desindustrialización. El cambio tecnológico ha exacerbado todo esto

XL. Usted está a favor del capitalismo progresista. Los demócratas deberían reclamar para sí el concepto de libertad. Eso es lo que intentó hacer Kamala Harris y fracasó. ¿Se equivocó?

J.S. Cuando Harris se convirtió en candidata se ocupó de cuestiones económicas, pero también de cuestiones sociales como el aborto

y el control de armas.

XL. No le sirvió de nada.

J.S. Trump consiguió centrar la campaña electoral sobre todo en los problemas de los últimos 40 años, como la desindustrialización. Trump prometió el cambio. No nos dimos cuenta de lo radical que era. Son cambios fundamentales que quiere aplicar, por ejemplo, destruyendo nuestras universidades, que son la base de la ventaja competitiva de Estados Unidos. Nunca había dicho a la gente que esto formaba parte de su programa.

XL. ¿Qué recomienda a los demócratas?

J.S. Cuando ves a Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez en sus mítines de hoy con 30.000 o 40.000 personas, puedes ver que la gente quiere cambios radicales. Pero no unos que destruyan nuestra democracia. Hay un enorme apoyo a las reformas progresistas.

XL. Entonces, ¿necesitamos un populismo de izquierdas?

J.S. 'Populismo' significa prometer a la gente cosas que no se pueden cumplir. Trump promete que devolverá los empleos industriales a Estados Unidos. Pero sabemos que no es tan sencillo. Lleva mucho tiempo construir una fábrica. Las cadenas de suministro son débiles. No hay mano de obra cualificada. Cuando estuve en China, vi cómo son las fábricas allí. Muchos de los trabajadores son ingenieros con títulos universitarios. Trump no puede traer de vuelta los empleos que se perdieron hace 50 años en el Medio Oeste porque ya no existen. Ese es el verdadero populismo. Sanders y Ocasio-Cortez, en cambio, quieren progreso de verdad. Necesitamos una economía en la que los servicios, la educación, la sanidad y la atención a los mayores estén mejor organizados. Al mismo tiempo quieren una industria progresista con nuevas tecnologías basadas en la ciencia. Si se quiere ser el número uno del mundo, hay que reforzar Harvard, Yale, Princeton y todas las demás universidades de élite, no destruirlas

XL. Si Europa quisiera hacer un trato con Trump, ¿qué le aconsejaría que hiciera?

J.S. Debería intentar sacar provecho de las obsesiones e ideas erróneas de Trump. China lo hizo bien en su primer mandato, cuando compró soja a Estados Unidos en lugar de a Brasil. A China le costó poco, pero simbólicamente fue importante para Trump. Hay que preguntarse qué no le cuesta mucho pero tiene un gran valor para él. 

XL. ¿Y si no funciona?

J.S. Pues los europeos tendrán que pensar qué estrategia eligen. China ha llegado a la conclusión de que quiere tener las cartas en la mano. China está pasando de una economía orientada a la exportación a un modelo económico impulsado por la demanda interna.

XL. Entonces, ¿China ganará la guerra comercial contra Estados Unidos?

J.S. Yo creo que sí. Mientras que China está bien posicionada económicamente, Estados Unidos se está debilitando. Los chinos quieren convertirse en el socio comercial internacional fiable por excelencia. Algunos lo llaman el 'G menos uno'...

XL. ... en la línea del G7 o el G20.

J.S. Sí, un mundo en el que Estados Unidos ya no se considera un actor importante.


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